Una noche con: los Yeah Yeah Yeahs
Miércoles 25 de octubre del 2006
Palacio de los deportes.
México DF
Nueve y media de la noche, una hora después de lo que marcaba el boleto de acceso. Bastó con que se apagaran las luces y que los primeros acordes de la guitarra de Nick Zinner retumbaran en aquel coso de cobre para dejar atrás el que nos cambiaran la entrada habitual; el que nos repitieran hasta la nausea las tres mismas canciones en la espera, a las hordas de niños indies peinados despeinadamente, a las clones de Karen O con mallas y prominentes sobras en los ojos; a la falta de merchandising oficial, a la actitud poser de la cantante de subdivisión y a los empujones. Para cuando “Rich”, la segunda canción perpetrada, comenzó a sonar, no importaba otra cosa que lo que sucedía en el escenario. No había más atención más que para el trío de Brooklyn. Los ahí presentes éramos una masa unida a base de sudor y embeleso hacia una Karen O desbordada en frenesí.
Con “Honeybear” y “Pin” la euforia de los espectadores sólo se comparaba con la de Karen, que no dejó de brincar y moverse por cada palmo del templete, mientras Nick y Bian realizaban lo propio con sus instrumentos. Pero la velada era de Karen. La “Frontman” de los Yeah Yeah Yeahs nos tenía maravillados con su derroche de energía y su poder escénico, con sus figuras teatrales y sus gritos.
Casi todo el “Show your bones” fue expuesto en el recital: “Gold lion”, “Way out”, “Cheated Hearts”, “Warrior”…pero el gran momento de la noche fue “Maps”, donde la voz de Karen y la del público se hicieron una. La pieza encargada de cerrar momentáneamente el evento fue la emotiva “Turn into”.
Para el encore, el Staff de la banda colocó un león dorado frente a la batería de Brian Chase, lo que resultó un tanto extraño, puesto que “Gold lion” ya había sido interpretada. La banda regresó con “Y contol” con un intro en una versión extendida, y despedirse, ahora sí, con “Date with the night” y “Black tongue”.
Las luces se encendieron y la excesiva transpiración se tornaba evidente. Ésos eran los estragos de un concierto empapado de ímpetu y ajetreo, que además de una piel pegajosa, nos dejó una gran sonrisa en la boca.
Palacio de los deportes.
México DF
Nueve y media de la noche, una hora después de lo que marcaba el boleto de acceso. Bastó con que se apagaran las luces y que los primeros acordes de la guitarra de Nick Zinner retumbaran en aquel coso de cobre para dejar atrás el que nos cambiaran la entrada habitual; el que nos repitieran hasta la nausea las tres mismas canciones en la espera, a las hordas de niños indies peinados despeinadamente, a las clones de Karen O con mallas y prominentes sobras en los ojos; a la falta de merchandising oficial, a la actitud poser de la cantante de subdivisión y a los empujones. Para cuando “Rich”, la segunda canción perpetrada, comenzó a sonar, no importaba otra cosa que lo que sucedía en el escenario. No había más atención más que para el trío de Brooklyn. Los ahí presentes éramos una masa unida a base de sudor y embeleso hacia una Karen O desbordada en frenesí.
Con “Honeybear” y “Pin” la euforia de los espectadores sólo se comparaba con la de Karen, que no dejó de brincar y moverse por cada palmo del templete, mientras Nick y Bian realizaban lo propio con sus instrumentos. Pero la velada era de Karen. La “Frontman” de los Yeah Yeah Yeahs nos tenía maravillados con su derroche de energía y su poder escénico, con sus figuras teatrales y sus gritos.
Casi todo el “Show your bones” fue expuesto en el recital: “Gold lion”, “Way out”, “Cheated Hearts”, “Warrior”…pero el gran momento de la noche fue “Maps”, donde la voz de Karen y la del público se hicieron una. La pieza encargada de cerrar momentáneamente el evento fue la emotiva “Turn into”.
Para el encore, el Staff de la banda colocó un león dorado frente a la batería de Brian Chase, lo que resultó un tanto extraño, puesto que “Gold lion” ya había sido interpretada. La banda regresó con “Y contol” con un intro en una versión extendida, y despedirse, ahora sí, con “Date with the night” y “Black tongue”.
Las luces se encendieron y la excesiva transpiración se tornaba evidente. Ésos eran los estragos de un concierto empapado de ímpetu y ajetreo, que además de una piel pegajosa, nos dejó una gran sonrisa en la boca.
Etiquetas: Conciertos